No existe una cifra aceptada de manera universal para
definir a una persona rica, del mismo modo que tampoco hay una noción precisa
de lo que es un pobre. Esta indefinición es lógica porque es difícil trazar una
línea para separar a los ricos de quienes no lo son. De entrada, y dejando de
lado todos los aspectos psicológicos ( los ricos también lloran, el dinero no
da la felicidad, etc), nuestra riqueza proviene de dos fuentes principales: la
renta, es decir, lo que ganamos todos los años a partir de nuestro trabajo o
nuestros ahorros e inversiones; y el patrimonio, es decir, el conjunto de los
bienes que poseemos. Cuando los políticos quieren cargarse de razón para subir
los impuestos siempre dicen: que pague más el que gane más o que pague más el
que tenga más, que son dos cosas muy distintas. Por cierto, los impuestos
tienen mucho que ver con la cuestión de los ricos y los pobres, porque , en
efecto, las autoridades siempre sostienen que los impuestos son buenos porque
castigan más a los ricos y protegen a los pobres. Como veremos, esto es una
cortina de humo que utiliza el señuelo del rechazo al rico ( como si ser rico
fuera igual a ser ladrón), para ocultar una dura realidad: los impuestos suben
y suben para millones de personas que en absoluto son ricas.
Extraído del Libro Economía para andar por casa.