Aunque la mayoría de los hombres
y mujeres les gusta estar bien vestidos en público, se suele decir que la
apariencia cuenta más en la construcción de la identidad de la mujer. En
cualquier caso, el hecho de que las mujeres gasten en ropa más del doble que
los hombres sugiere que aquéllas se toman más en serie que éstos la compra de
ropa. En consecuencia, pocas mujeres desistirían de ir hasta la sección de ropa
femenina sólo porque tienen que coger un ascensor.
En cambio, cualquier obstáculo,
incluso el menor, podría impedir que un hombre fuera hasta la sección de ropa
masculina. La mayoría piensan que no necesitan un traje nuevo y, si comprarlo
fuese sólo un poco más incómodo, muchos lo dejarían para más tarde.
Otra ventaja de situar la ropa de hombre en la
planta baja es que a menudo las mujeres compran ropa a sus maridos. Es muy
probable que una mujer que pasa por la sección de hombres coja un par de
calcetines o de camisas de vestir para su marido. En cambio, como los hombres
no suelen comprar ropa a sus mujeres, los grandes almacenes ganarían poco si
invirtiesen la disposición de las secciones.
Extraído del Libro El Economista Naturalista
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