En principio no parece una buena idea. El salario mínimo es
una importante conquista social que tiene más de un siglo de existencia, y se
aplica en todo el mundo. Su razón de ser es proteger al trabajador e impedir
que sea explotado por el empresario.Fijando una retribución mínima por ley, el
Estado impide esa explotación, sobre todo en el caso de los que tienden a
cobrar menos, que son los jóvenes y los trabajadores no cualificados. No tiene
en principio ninguna lógica privar al trabajador de esa protección. Pero en
Economía las cosas no siempre son lo que parecen, de hecho pueden ser mucho más
complicadas.
¿Puede el Estado fijar el salario mínimo que él quiera o que
le parezca justo? No está claro que pueda. Los salarios tienen que estar más o
menos en línea con la productividad del trabajador. Si una empresa paga a sus
empleados por encima de su productividad, es muy probable que quiebre; y si le
paga muy por debajo, se quedará sin empleados, que se marcharán porque no les
será difícil encontrar otro sitio donde les paguen más.
Lo mismo vale para el salario mínimo. Si el Gobierno lo fija
por debajo de la productividad, resulta inútil, porque los trabajadores por su
cuenta ya cobrarán más que el mínimo; y si lo fija por encima puede estar
fomentando el desempleo, porque los empresarios preferirán pagar eses salario
mínimo a un trabajador más productivo., con lo cual se estaría perjudicando a
los colectivos más débiles que se pretende proteger. Los Estados saben esto, y
por eso lo habitual es que fijen el salario mínimo a un nivel reducido.
Extraído del Libro Economía para andar por casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario