No está claro. El patrón oro es un sistema de reglas fijas
que prohíbe a las autoridades emitir mucho dinero de reglas fijas que prohíbe a
las autoridades emitir mucho dinero y, por tanto, reducir su valor mediante la
inflación. Bajo el patrón oro la cantidad de dinero que circula en una economía
no depende de la voluntad de un político, o de un banquero central, sino de la
cantidad de reservas de oro existentes en el sistema financiero. Esa
restricción sí podemos pensar que traería una mayor estabilidad. Ahora bien,
las cosas son más complicadas de lo que parecen, porque el patrón oro ya
existió. Los patrones metálicos tuvieron su auge durante el siglo XIX, y muchos
países, España entre ellos, regularon su moneda según el patrón oro, patrón
plata , o alguna combinación de ambos. Y , sin embargo, las crisis financieras
no desaparecieron. Por lo tanto, no es evidente que el patrón oro en solitario
sea una garantía de estabilidad, una estabilidad que requeriría además algunas
reglas para el funcionamiento de la banca, en especial en lo tocante a los
depósitos y los créditos que la banca puede conceder a partir de los depósitos
que recibe. Pero como eso es algo que en nuestro tiempo regulan los bancos
centrales, se podría decir que el patrón oro es innecesario si los banqueros
centrales hacen las cosas bien. Eso último es materia de mucho debate, porque
está lejos de ser evidente. En un aspecto, sin embargo, la cuestión está clara:
como el patrón oro limita las posibilidades de una expansión de la cantidad de
dinero, tenderá a producir una inflación reducida. El siglo XX dio abundantes
testimonios de grandes explosiones inflacionarias orquestadas por los bancos
centrales. Esto no ocurrió así en el siglo XIX. Y el propio Keynes, el gran
enemigo del patrón oro, en el mismo libro lo condenó por ser una reliquia
bárbara, tuvo que reconocer que en los 100 años que transcurrieron desde el fin
de las Guerras Napoleónicas en 1815 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial
en 1914, los precios prácticamente no había subido.
Extraído del Libro Economía para andar por casa.
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